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A este blog le quedan diez días…

…en Vanity Fair. Han sido cuatro años muy buenos, en los que he disfrutado de una libertad absoluta: jamás he recibido instrucciones sobre aquello sobre lo que debía escribir o sobre lo que no. Pero como viene sucediendo desde que nació El Descodificador, allá por octubre de 2004 en la web del diario El Mundo, es necesario cambiar de aires. Vanity Fair suprime los blogs de su web. El Descodificador está, una vez más, en el mercado.

Una vez colgado el anuncio en el tablón de búsqueda de empleo, continuamos. Este fin de semana habremos podido ver en televisión sendas entrevistas con José Manuel Soria y Arnaldo Otegi. “No sé cuál de los dos me da más asco”, dirán algunos de nuestros lectores. Yo sí lo sé, pero no se lo voy a decir. Aunque bien es cierto que la entrevista al ex ministro me resultó especialmente repugnante, y no solo por el hecho de que un miembro del Gobierno prefiera dar explicaciones en una cadena de televisión que en el Congreso de los Diputados.

Soria eligió 13TV, la cadena de los obispos. Sí, esa televisión en la que la Conferencia Episcopal invierte diez millones de euros al año, cuatro más de los que dedica a Cáritas. Y eligió 13TV porque no tenía ninguna intención de dar una entrevista: solo pretendía blanquear dentro de lo posible su repugnante imagen. Un momento triste tanto para Soria, mentiroso compulsivo y cínico irrecuperable, como para todos los periodistas que se prestaron al juego. “Cometí un error de gestión de comunicación cuando salí a dar las explicaciones”, dijo sin ruborizarse el político que “no recordaba que era secretario de una empresa inglesa, ni de una en Jersey”. Un olvido absolutamente normal, ¿quién no ha sido secretario de una sociedad en Jersey?, y por tanto perdonable. “Cometió un error de gestión de comunicación”, repetían los periodistas, dóciles como corderitos, en uno de esos momentos que hunden la reputación de la profesión.

Si piensa marcar con una X la casilla de la Iglesia en su próxima declaración de la renta no olvide que está financiando a políticos embusteros y a periodistas mamporrerros. Y a delincuentes como Mario Conde, habitual en las tertulias de 13TV cuando se encuentra fuera de la cárcel. Y a presuntos extorsionadores, como Miguel Bernard, presidente de Manos Limpias detenido por la UDEF el pasado viernes, colaborador habitual de la cadena de los obispos.

De la entrevista a Otegi, si le parece bien, hablamos mañana.

Un motivo para NO ver la televisión

Volt.

Autor: Alan Heathcock.

Editorial: Dirty Works.

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Con solo cuatro títulos, todos muy recomendables, la editorial Dirty Works se consolida como una referencia en cuanto a literatura norteamericana forajida. Buenas historias de tipos sin suerte, sin crédito, sin futuro. Esos maravillos perdedores a los que cantaba Elliott Murphy, para que usted me entienda. Libros bien editados, bien traducidos y, sobre todo, magníficamente elegidos. “Volt”, el último de ellos, es una brillante colección de relatos de Alan Heathcock, escritor nacido en Chicago que vive en Idaho y husmea en los rincones oscuros del alma. Historias de ficción que hablan de inadaptados, de violentos, de desesperados, de borrachines y de trabajadores, de todos aquellos que no saben lo que es ganar.

“A lo que voy es que, ¿alguna vez habéis estado al lado de alguien a quien no podéis perdonar? De nada sirve decir ´te perdono`. Decir cosas es inútil. Es así. -Se pasó el vaso por la mejilla-. Lo que pasa es que por más que quiera no puedo huir de mí mismo”.

Gente golpeada y magullada que choca con las paredes de la vida, se levanta para volver a caer, escucha cada día el sonido de la cuenta atrás y solo acierta a tapar sus cicatrices con tatuajes. “Tenía el pecho arrasado de cicatrices. Sobre las palpitaciones de su propio corazón tenía un corazón tatuado de tinta azul, no un corazón de dibujos animados, sino un órgano retorcido y muscular, con las arterias abultadas como serpientes estrangulando una piedra”.

“Volt” arranca con Winslow Nettles acabando con la vida de su hijo. Un accidente en la granja. Un chico muerto y un hombre destruido. Winslow abandona su casa y se lanza a una huida desesperada: escapa de sí mismo. Es insultado, es golpeado, es menospreciado. Es la sombra de un hombre.

“Volt” termina con Helen Farraley, sheriff rural, recorriendo la comarca con su coche en busca de soluciones a problemas ajenos. Una ternera muerta, unas inundaciones, un chaval a la fuga. ¿Y quién se preocupa de ella? Nadie.

Este es un libro con historias de gente sola o mal acompañada. Escrito con la dureza que requieren los pequeños dramas cotidianos, sin aspavientos, con detalles solo de los paisajes y las heridas. Nueve relatos inolvidables de un escritor al que debemos seguir el rastro. Es uno de los nuestros.