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Premios Talento

El acontecimiento televisivo del fin de semana ha sido, sin ninguna duda, el enésimo regreso de Belén Esteban a Telecinco. Tras seis meses “en el taller”, como diría el campechano Juan Carlos, y con un excelente aspecto físico (ver foto), la princesa del populacho aterrizó en “Sálvame Deluxe” para recordarnos en qué país vivimos, cuál es el nivel intelectual y moral que disfrutamos, y hasta que punto es recomendable es nuestra televisión. Contando alguna miseria de su Andreita, un par de detalles de sus adicciones y cuatro intimidades familiares más, Esteban consiguió una audiencia record del 25.7% y 3.113.000 de espectadores.

Sin duda avergonzado por su responsabilidad en todo este desastre humanitario, Paolo Vasile ha rechazado el Premio Talento que le acaba de conceder la Academia de la Televisión. “La coherencia me impide aceptarlo”, ha dicho el consejero delegado de Telecinco. Y por una vez estoy completamente de acuerdo con el señor Vasile. Podría aceptar con orgullo y satisfacción el Premio Basura, o el Premio Grandes Audiencias, o incluso el Premio Enormes Beneficios Económicos. ¡Pero el Premio Talento! Cualquiera que haya tenido la desgracia de ver media hora de la programación de Telecinco comprenderá que no viene a cuento, y que su renuncia a aceptarlo no solo le honra, sino que sugiere que pueda quedarle un ápice de decencia.

Pero cuidado, porque si usted termina de leer la noticia comprenderá que no es así. Paolo Vasile rechaza el Premio Talento no porque se avergüence de su descomunal aportación al embrutecimiento de los españoles, solo comparable a la del ministro Wert, sino porque no está de acuerdo con un sistema de votaciones que, dice, “desconoce sistemáticamente grandes éxitos de las televisiones privadas”.

Otro día, si quiere, hablamos de la utilidad de la Academia de las Ciencias y la Artes de la Televisión.

P.D.

Entrevista con Pablo Motos, presentador de “El Hormiguero” (Antena 3), en XL Semanal, el suplemento dominical de ABC. No sé muy bien si estamos ante un Premio Talento o ante un merluzo integral… “Yo era muy niño y todo el edificio tenía la tele en color, menos nosotros… Calculé que si tiraba la tele al suelo, como mucho me podían estar pegando 30 o 40 segundos y, a cambio, tendríamos en breve una tele en color. Y lo hice. Quiero decir en mi favor que ahora intento compensar lo rebelde que fui de niño y procuro que se sientan colmados de todas las formas posibles, tanto mi padre como mi madre”.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El complot mongol

Autor: Rafael Bernal.

Editorial: Libros del Asteroide.

¡Pinche Bernal! El escritor mexicano publicó en 1969 una novela que se adelantó no ya a su tiempo, sino a nuestro tiempo. Porque “El complot mexicano” habla de la corrupción en todas sus formas. Corrupción económica, corrupción política, corrupción policial, corrupción individual y colectiva… Libros del Asteroide recupera esta pieza histórica, y le añade un prólogo de Yuri Herrera y un posfacio de Élmer Mendoza.

“Si de chico fui a la escuela / y de grande fui soldado / si de casado cabrón / y de muerto condenado / ¿Qué le debo al sol / por haberme calentado?”, recita el protagonista de la novela, el policía Filiberto García, recordando las palabras de un paisano de Michoacán. Resumen el México DF de los sesenta, despiadado y violento. Filiberto, que se considera un fabricante de muertos, se ve involucrado en una investigación surrealista. Sus superiores, que sospechan que un grupo de chinos planea asesinar al presidente de los Estados Unidos durante una visita al DF, le encargan impedir el atentando en colaboración con agentes del FBI y el KGB.

Filiberto, un policía tradicional acostumbrado a trabajar solo y de manera violenta, tarda en acostumbrarse a Laski y Graves, sus nuevos compañeros de aventuras. Una china joven y guapa, a la que no acaba de entrar como quisiera, pinche maricón, termina de enredar la vida de nuestro anti héroe. El resultado es un thriller tremendamente original, en ocasiones violento, a veces tragicómico, siempre sorprendente. Una delicia.

Pincha para comenzar a leer “El complot mongol”.