Margen protector

“Quizá nos gustaría compartir nuestro secreto, ese secreto llamado guerra, pero quien vive en paz no tiene ningún interés en escucharlo”. Anna Politkóvskaya.

Cuando escribo este post, el ejército israelí ha matado a más de 170 palestinos, cuarenta de ellos niños, en la Franja de Gaza. Los bombardeos a la población civil, dentro de una operación llamada Margen Protector, dejan ya mil heridos, dos tercios de los cuales son civiles. Israel acaba de advertir, con panfletos y llamadas telefónicas, a los habitantes de la zona norte de la Franja para que abandonen sus casas: “La operación del Ejército será corta. Quien no preste atención a estas instrucciones pone en peligro su vida y la de su familia”. La prensa extranjera habla de matanzas, de víctimas inocentes, de crímenes de guerra… No tengo la sensación de que en España se le esté dando la misma importancia.

image

Durante los últimos días, en nuestros periódicos y televisiones este desolador conflicto no siempre ha estado en portada, no siempre ha abierto los telediarios. Ni siquiera cuando hemos sabido que niños, mujeres y ancianos son las principales víctimas de la represión israelí. Los últimos días era más fácil encontrarse en primera plana con las elecciones en el PSOE, el desafío de gallos entre Rajoy y Mas o las declaraciones del popular Floriano, en las que arremetía contra Podemos, que con la imágenes del terror en Palestina. El Vicesecretario de organización del Partido Popular cargó contra el “populismo bolivariano de telepredicador” de un Pablo Iglesias que quiere “subvertir la democracia”. A esa vomitona se le consideró noticia.

No quiero ver fantasmas. Ni pensar en un Margen Protector de los medios para con Israel y sus tentáculos económicos. Pero me da la sensación de que algo está pasando. Algo que nos supera, que nos perdemos. Que está cambiando el orden de las cosas, que pretende alterar nuestros principios morales, que desfigura la razón para convertir los fundamentos de la conducta humana en una caricatura. Que pretende hacernos creer que la ética de las responsabilidades puede estar antes que la ética de los principios. Que lo que sucede en Gaza es normal.

El periodismo existe para documentar abusos y atrocidades. Para dar testimonio y construir conciencia. Para denunciar al monstruo, combatir el cinismo y acabar con el Margen Protector.

.
Un motivo para NO ver la televisión

Los Ramones.

image

Ha muerto Tommy Ramone, el último de los Ramones. Fue el batería de la banda neoyorkina, uno de de los cuatro Ramones originales, una leyenda. Nunca olvidaré el concierto que dieron en Madrid, en la plaza de toros de Vista Alegre, el 26 de septiembre de 1980. La locura. Por primera vez, punk-rock en el foro. Uno de esos días inolvidables en los que se pudo ver, si no el futuro del rock and roll, sí una forma de entender la música y la diversión absolutamente conmovedora. ¡Existía la vida después del sopor producido por Pink Floyd y Genesis! ¡Los discos no tenían porqué ser triples y con canciones eternas, como el agotador “Yessong”!

Los Ramones fueron mucho más grandes de lo que la gente piensa. Grabaron un primer disco demoledor, pero supieron adaptar su desnuda sencillez a proyectos más complejos, como el excelente “End of the Century” producido por Phil Spector. Eran directos, simples, cañeros, divertidos, peludos, tiernos y duros, melódicos y rabiosos, auténticos. Eran el mejor rock and roll de finales de los setenta.

Deprisa, deprisa

En apenas tres horas, 180 minutos, Podemos ha conseguido con una campaña de crowfunding el dinero necesario para costear una demanda contra Esperanza Aguirre y el periodista de El Mundo Eduardo Inda, por difamaciones y acusaciones falsas. ¿Estará la justicia a la altura de semejante velocidad de reacción? Difícil lo veo. Y es una pena, porque este debería ser el ritmo para solucionar este tipo de problemas… digamos que de incontinencia verbal. Deprisa, deprisa. Unos segundos de calentura tertuliana o demagógico-política en los que se insulta y se miente. Tres cuartos de hora para redactar la demanda, tres horas para recaudar la pasta y tres días para tener una sentencia. ¿Ha faltado usted a la verdad, al respeto o a ambas cosas? Pues le vamos a crujir ya mismo, y de tal manera que a partir de ahora se lo pensará dos veces antes de difamar o acusar falsamente. El siguiente…

Crow Podemos

Dicen que una justicia lenta no es justicia. Por tanto, una justicia rápida debe ser la super justicia. La justicia perfecta, la madre de todas las justicias. En situaciones complejas, como pudiera ser el caso de los ERE andaluces o de la Gürtel, con decenas de implicados y tramas, es lógico y normal que la cosa se prolongue. Pero en un caso de difamaciones o falsedades en medios de comunicación, con el meollo de la cuestión recogido en vídeo y audio, los tribunales deberían ser una churrería. De la hemeroteca al juzgado un mensajero tarda veinte minutos.

La mala sangre que se les hace a muchos consumidores de información tertuliana, si es que puede considerarse información una tertulia, se acabaría de golpe. Los opinadores se lo pensarían dos veces antes de hablar. Las cadenas se lo pensarían tres antes de contratar a bocazas con antecedentes. Los partidos repudiarían a sus miembros conflictivos.

Podemos consigue en 3 horas el dinero para la demanda que interpondrá contra Aguirre e Inda, dos personajes que basan buena parte de su fuerza en la impunidad y en la pasta, que les cubre las espaldas. Aguirre dijo en un vídeo colgado en su blog que “Podemos está con el chavismo, el castrismo y ETA, lo demás es palabrería”. Inda asegura que Podemos tiene “su propia Filesita, en alusión directa al escándalo de financiación del PSOE en los 90. ¿Pruebas? Ninguna. Con una justicia rápida ambos medirían más sus palabras, el periodismo sería más riguroso y la política menos impresentable.

Cinco años de telebasura

Dice Jorge Javier Vázquez que “con Sálvame se han enseñado las tripas de la televisión”. Y tiene más razón que un santo. Es más, no solo han mostrado el buche y los intestinos gruesos y delgados, repletos de gases y heces, sino también el páncreas, el bazo, los higadillos y hasta la vesícula biliar. Las asaduras al completo. “Sálvame” ha abierto en canal la televisión, y nos ha enseñado toda la casquería que es capaz de contener, esos órganos tumefactos y pestilentes que no servirían ni para dar de comer a los buitres. “Sálvame es el mayor show de entretenimiento de este país, el que más horas de televisión hace en España; también en Europa; tal vez en el mundo -eso no me ha dado tiempo a comprobarlo-“, afirma Óscar Cornejo, uno de los creadores del formato. Y es que esta fábrica de mierda debe tomar los mismos yogures que Coronado: funciona como un reloj.

image

“Sálvame” cumple cinco años en pantalla. Me ha parecido oportuno dedicarle el post de hoy porque posiblemente estemos celebrando el aniversario del peor programa en la historia de la televisión en España. Cutre, sórdido, violento, chabacano, macarra, ruin, hortera, tremendamente mezquino… Con presentadores verbeneros y colaboradores de saldo: Lydia Lozano, Kiko Hernández, Belén Esteban, Kiko Matamoros… A lo largo de estos cinco años “Sálvame” se ha convertido en la meca de la telebasura nacional. “Si queréis me insemino en directo, porque ya sólo queda que caguemos delante de las cámaras”, dijo Mila Ximénez en una frase que puede resumir el espíritu del programa.

“Sálvame, no se de qué manera, va a ser recordado. Estamos durante cuatro horas y veinte minutos durante cinco años; no hay vacaciones, ni los días de fiesta nacional. Algo tendrá”, asegura Jorge Javier Vázqueza. Yo se lo que tiene. Y la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) también: “Sálvame se caracteriza por los continuos enfrentamientos, a veces incluso físicos, entre los colaboradores del programa y con los invitados, por el empleo continuado de lenguaje soez, insultos graves y descalificaciones; por las referencias continuas y explícitas a diferentes prácticas sexuales, con mostración en pantalla de diferentes objetos empleados al efecto, o por la recreación en la emisión de imágenes violentas y/o procaces”.

Cinco velas sobre un enorme excremento de elefante. Esta podía ser la tarta de cumpleaños de “Sálvame”, el programa de Telecinco que intenta que los telespectadores sean peores personas.

Fósiles

Leo en la portada del prestigioso diario El Mundo: “Paleontología. El mayor pajarraco volador de todos los tiempos”. Tras el titular, todo un espectáculo ornitológico, detalles de la noticia en forma de entradilla: “Con más de seis metros de envergadura, un ave gigantesca descubierta en EEUU que vivió hace 25 millones de años fue la criatura más grande capaz de volar”. Es decir, que el “pajarraco” en cuestión fue “la criatura más grande capaz de volar”. ¿Y qué me dicen, por ponerle un ejemplo, del terodáctilo que se encontró hace seis años en Rumanía, cuya envergadura alcanzaba los 16 metros? Era un reptil, bien es cierto, y no un pajarraco. Pero si hablamos de “criaturas” voladoras, los reptiles, los terodáctilos, lo son…

Le cuento toda esta historia de lagartos gigantes, pajarracos voladores y periódicos decadentes porque quiero transmitirles mi preocupación por el delicado momento que atraviesa, también, el periodismo científico. Cuando trabajé en El País creamos la sección Vida Verde, pionera en información medioambiental. Recuerdo de mi paso por El Mundo su excelente suplemento de naturaleza y ciencia. Y añoro a todos los compañeros que en ambos medios se dedicaban a estos temas, y han ido abandonando esos periódicos de manera forzada: en estos momentos la ciencia, la naturaleza y el medio ambiente solo interesan para hacer especiales a la carta patrocinados por empresas eléctricas y petroleras que quieren blanquear su apestosa imagen. Una pena. El futuro de esta información no está en los periódicos, sino en nuevos medios independientes como la revista Ballena Blanca o la web de noticias Materia. Apostemos por ellos.

Y hablando de fósiles, no me gustaría acabar el post de hoy sin mencionar a Bertín Osborne. La pareja teatral del humorista Arévalo, ya sabe, el de los chistes de gangosos y mariquitas, resulta que ama Venezuela. Y por tanto, odia a Pablo Iglesias. Este choque de pasiones ha servido a una televisión, que solo podía ser Telecinco, para montar un show patético en el programa “Hable con ellas”. Osborne y una de las presentadoras, la indocumentada Beatriz Montañez, discutieron acaloradamente sobre democracias bolivarianas y hombres con coleta, y se apostaron mil euros. Palmó una Montañéz que incluso tuvo que explicar, pobre, que se equivocó pronunciando la palabra “transgiversar” por una “dislexia fonológica que tengo diagnosticada”.

Un cantante de rancheras fosilizado y una presentadora con dislexia fonológica han protagonizado el momento supremo, en cuanto a audiencia y repercusión mediática, de la tertulia política de los últimos días. Este es el nivel intelectual que ofrece la televisión, así de potentes son los creadores de opinión en este país.