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Hombre rico, hombre pobre

El Gobierno de Mariano Rajoy cree que los españoles somos unos tristes y unos cenizos. Que nos agobiamos con la situación económica, que siempre vemos la botella medio vacía, que no creemos en la recuperación. En nuestro país la crisis económica ha dejado algunas miserias, para qué engañarnos, pero también muchas alegrías. Tienen razón: Según la estadística del impuesto sobre patrimonio, publicada ayer martes por Hacienda, un total de 471 personas declararon tener más de 30 millones de euros en 2013. El doble que en 2007. Es decir, que en España hay más millonarios que nunca.

La noticia es nueva, pero no tanto. El pasado mes de junio un informe de Capgemini y Royal Bank of Canada (RBC) Wealth Management, ahí es nada, contaba que el número de individuos con grandes patrimonios se incrementó en España un 10% el año pasado, hasta alcanzar las 178.000 personas. Dicho de otra manera, y desde otra perspectiva, el número de ricos había crecido un 40% desde 2008. Los autores del informe consideran ricas a las personas que tienen un millón de dólares, sin contar el valor de la primera vivienda y los bienes consumibles.

¿Es usted millonario, rico, nuevo rico o un vulgar cantamañanas, el clásico quiero y no puedo?

roto

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha lanzado, en un ejemplo de servicio público, una aplicación que completa de maravilla estas noticias sobre los dueños del dinero, puesto que permite al ciudadano vulgar y corriente calcular la situación de su hogar con respecto al resto de la población. En solo diez clics usted puede saber si es rico, pobre o mediopensionista. Algún lector de esos del principio del post, triste y cenizo, dirá que ni con estas puede saber cuál es su verdadera situación económica al haberle cortado internet por no poder pagar el teléfono. Ni clics ni hostias.

La idea de esta aplicación de la OCDE es buena, pero puede dar origen a confusiones. Por ejemplo si quien rellena el formulario es la ex alcaldesa de Valencia Rita Barberá: en su declaración de bienes y rentas del Senado la pobre mujer ha dicho que no tiene ningún bien de ningún tipo. Ni casas, ni fincas, ni garajes, ni joyas. Nada. Apenas 412.000 euros en la hucha: cuentas, depósitos, planes de pensiones y acciones de empresas. ¡Pobre Barberá!.

Sin salir de Valencia nos encontramos con un caso opuesto, que también pondría en duda la fiabilidad de la aplicación de la CEOE. El del niño inmigrante sin tarjeta sanitaria al que Sanidad facturó 2.000 euros por una consulta pediátrica. Millonario perdido, es evidente.

Un motivo para NO ver la televisión

Chicas muertas.

Autor: Selva Almada.

Editorial: Random House.

RH30521

Durante la lectura de este libro recordé en numerosas ocasiones “Huesos en el desierto” (Anagrama), el demoledor trabajo de Sergio González Rodríguez sobre las mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez, en el estado mexicano de Chihuahua. El trabajo de González Rodríguez parte de una serie de crónicas que convierten el libro en algo a medio camino entre un reportaje y un ensayo de historia. La argentina Selva Almada se aferra a la literatura para contar, en principio, el caso de “tres adolescentes de provincias asesinadas en los años ochenta, tres muertes impunes ocurridas cuando todavía, en nuestro país, desconocíamos el término feminicidio”.

Almada, como González Rodríguez, habla de muerte, de injusticia, de desamparo, de corrupción, de impunidad, de un dolor terrible que destroza las entrañas de toda una sociedad. “Nuestra razón sólo ilumina el mundo de un modo insuficiente. En la zona crepuscular de sus límites tiene lugar toda paradoja”, escribe el suizo Dürrenmatt en la contraportada de “Huesos…”. En “Chicas muertas” es difícil encontrar luz, reinan las tinieblas, excepto en la solidaridad entre mujeres, las víctimas de esta espantosa masacre, las protagonistas de un libro áspero, lacerante, necesario.