You have searched the El Descodificador blog archives for chris abani. If you are unable to find anything in these search results, you can try with different search query


El jefe

Era el puto jefe. En un pedo de James Gandolfini en Los Soprano hay más clase, más talento, más guión y más interpretación que en el 99% de la ficción española de las últimas décadas.

Dicho esto, me gustaría recordar al gran Gandolfini (New Jersey 1961/ Roma 2013) por dos escenas de Los Soprano que me fascinan. La primera, cuando después de haber terminado un trabajo digamos que… especializado, quizá matar  a un soplón y hacer desaparecer su cuerpo troceado en un pantano, llega a casa con hambre. Tony se dirige a la nevera, saca un taper con pasta, y come con hambre de lobo en el mismo envase de plástico mientras mira en la televisión algo de beisbol o una vieja película de vaqueros. Otro día se levanta de la cama y come compulsivamente lonchas de algo parecido a lomo. O se prepara un helado con nata con su hijo…

Adoro esa manera de saber separar el trabajo y la familia, la faena y el placer. Vale, te has cargado a un tipo, un hijoputa menos en el mundo, pero no por eso vas a dejar de arropar el sueño de tus hijos, dar un beso a la parienta o zamparte los restos de unos macarrones boloñesa. La nevera es el centro de la casa, por encima incluso de la televisión. La nevera es el lazo que mantiene al padre cuerdo y a la familia unida. Si no respetamos a la familia, nada tendría sentido. Y el respeto a la familia empieza por el respeto a uno mismo: nunca a la cama con el estómago vacío.

Segunda escena fascinante. Tony está sentado en la barra del Bada bing!, su club de striptease. Se está tomando tranquilamente un whisky mientras lee el periódico. De pronto Georgie, el camarero, intenta hacer una llamada telefónica. No puede: es un zoquete. En solo unos segundos saca a Tony de sus casillas y sucede esto…

Las tres chicas en principio se sorprenden. Pero cinco segundos después siguen bailando. El Bada bing! es un templo sagrado. Me gusta ese local y la música que suena, me gusta el aspecto de los colegas de Tony y su naturalidad ante el sexo chusco, y me gusta sobre todas las cosas su despacho, el nido del buitre, una habitación mugrienta con luz mortecina, mesa de billar y archivadores de oficina. El refugio donde el jefe se siente más jefe que en cualquier otro lugar sobre la tierra.

Los Soprano son una obra maestra porque redefine el concepto de familia. Tony y los suyos: su esposa Carmela, sus hijos Meadow y Anthony, su madre y su hermana, Janice, su tío Corrado, su primo Tony, su sobrino Chris… Y el resto de socios. Egoístas, manipuladores, envidiosos, arrogantes, cretinos, bebedores y drogotas, vagos, reprimidos, miedosos… como una familia de verdad, pero con las cartas boca arriba.

Podría describir otras cien secuencias memorables de Los Soprano. Muchas de ellas protagonizadas por Gandolfini, el mafioso perfecto, el heredero natural del Marlon Brando de “El Padrino”, del Robert De Niro de “Erase una vez en América”, del Ray Liotta de “Uno de los nuestros”… Pero la verdad es que me gustaría recordarle en la barra del Bada Bing!, fumándose un puro y bebiéndose un bourbon con sus colegas… Hasta siempre, jefe!

 

Un motivo para NO ver la televisión

Graceland.

Autor: Chris Abani.

Editorial: Baile del sol.

Reconozco que comencé a leer este libro porque había sido publicado por la misma editorial que “Stoner” (John Williams), una de esas maravillas que descubrimos muy de cuando en cuando. Y acerté…

“Graceland” no tiene nada que ver con “Stoner”, excepto que cuenta una historia apasionante de manera magistral. En el caso que hoy nos ocupa, un periodo de la vida de Elvis, un chaval de 16 años que se gana el sustento de mala manera imitando al cantante de Tupelo, Misisipi, por las calles y bares de Lagos, Nigeria. Nuestro Elvis es un superviviente que vive en un gueto, con toda la miseria que eso implica. Su padre le trata a golpes, sus amigos le meten en líos, sus gurús son mendigos y fulanas. Le acosan el hambre y la policía.

Como la narración va y viene en el tiempo, su madre en algunas ocasiones está viva y en otras muerta. Elvis adora a su madre, y guarda sus escritos en una bolsa fulani que lleva siempre consigo. Las recetas de cocina que ella apuntaba abren los capítulos de un libro en ocasiones doloroso, a veces vitalista, siempre emocionante. Una frase de la página 155 lo  define a la perfección: “La gente es importante”.

“Graceland” cuenta la violencia que vivió Nigeria, el miedo de sus habitantes, la violencia irracional de un ejército corrupto y la lucha por llegar al día siguiente de los habitantes de los suburbios miserables de una gran ciudad africana. Imprescindible.

De vergas, obispos y presentadores

Quizá usted no sepa quién es Alfonso Merlos. Yo se lo digo: un presentador de 13TV, el canal de televisión de la Conferencia Episcopal Española. Merlos también es columnista de La Razón. ¿Ya sabe quién es Alfonso Merlos? Por si tiene alguna duda vea este vídeo…

Seguro que ya se hace una idea de quién es Alfonso Merlos. Bien, pues el bueno de Merlos es noticia no por su apasionada forma de entender el periodismo, por su defensa de las libertades o por su equilibrio a la hora de informar sobre la actualidad. No. Alfonso Merlos es noticia porque en su cuenta de Twitter dió como favorita la imagen de un gran pollón. Concretamente a la fotografía del pene de Chris Diamond, actor porno español al que la genética ha regalado una tranca de 25 centímetros. “Cada vez me convenzo más de que tenes una de las vergas más gruesas del porno!”, rezaba el tuit que favoriteó Merlos y que le convirtió en trending topic. ¡Lo que no habría conseguido con una carrera entregada a la manipulación y la propaganda lo lograba promocionando un cipote del tamaño de un pepino!

655x418xMerlos.jpg.pagespeed.ic.cKJXGZ7j9C

Imagine las caras de los miembros de la Conferencia Episcopal, fans entregados de Merlos, al contemplar en la pantalla de sus iPad un pedazo de mango bendecido con la etiqueta “favorito”. ¡Milagro! pensarían esos internautas santificados con el sacramento del orden sacerdotal en su máximo grado. Acostumbrados al monaguillo en desarrollo, el miembro del protagonista de películas como “La gata sobre el pollón” o “Dinamita pa´ las pollas” sería un auténtico bocatto di cardinale.

Demasiado bonito como para ser verdad. Merlos asegura que su cuenta de Twitter ha sido hackeada. “No es una gamberrada. Es algo sofisticado”, asegura el presentador, que ve en el agraciado cimbel una conspiración en toda regla: “Me parece algo extremadamente grave no porque haya afectado a mi persona sino porque afecta a nuestro sistema de libertades”. Tiene mucha razón. Desde lo de Charlie Hebdo no se atacaba con mayor descaro y contundencia la libertad de prensa. Menos mal que aún quedan profesionales con dos dedos de frente…

B9AGPTnIMAIm3m_

Un motivo para NO ver la televisión

El cura y los mandarines.

Autor: Gregorio Morán.

Editorial: Akal.

cura-mandarines-moran

Gregorio Morán es un escritor brillante. E incómodo, lo cual es magnífico. Pero la cosa no queda ahí, puesto que el columnista rebelde que no teme poner el dedo en la llaga también resulta demoledor y despiadado en los textos de largo recorrido. “El cura y los mandarines”, libro subtitulado “Historia no oficial del bosque de los letrados”, nació sumergido en la polémica: Planeta, la editorial que en principio editaba este libro, pretendió censurar diez páginas, en las que se hablaba de algunos intocables. Pero el autor, tal y como cuenta en el prólogo, no lo permitió. Felicidades por tanto a Akal, la editorial dispuesta a poner en las librerías este trabajo sin expurgación alguna, en toda su grandeza.

“El cura y los mandarines” es la historia de la cultura y la política en España en el período que comprende entre 1962 y 1996. Morán, biógrafo de Adolfo Suárez, conoce al dedillo estos años y a todos los intelectuales, políticos, novelistas y académicos que se movieron por ellos. El cura es Jesús Aguirre, personaje fundamental alrededor del que giran los mandarines: “Está siempre allí donde se escribe la Historia de España, en el Contubernio de Múnich, asesorando al ministro Pío Cabanillas, introduciendo en los cenáculos intelectuales al príncipe Juan Carlos, dirigiendo Taurus y siendo accionista fundacional de El País, él fue quien presentó en sociedad a Felipe González”.

¿Felipe González aparece en una historia de curas y mandarines? Sí, el político que “cuando llegó a La Moncloa se puso a comprar intelectuales, los compró prácticamente a todos con iniciativas tan chuscas como una exposición de abanicos en la que pagó 50.000 del ala por cada texto de tres líneas que acompañaba a cada abanico”.

Por estas intensas 826 páginas discurren personajes de todos los pelajes, cada uno con su gran historia a cuestas. Desde un Camilo José Cela (“no creo que haya en la His­to­ria de la Lite­ra­tura Espa­ñola desde Que­vedo un trepa con tanto talento para tre­par”) que llegó a flirtear con el dinero de Jesús Gil y Gil, hasta Car­men Bal­ce­lls, Gil de Biedma, Julián Marías, Juan Benet y tantos y tantos otros intelectuales de la época. Algunos elogiados, muchos despellejados. Una cuadra inclasificable que con­si­de­ró que “el hecho más impor­tante de sus vidas fue ver a Jesu­sito con­ver­tido en duque de Alba”.

La historia reciente de este país no estaría completa sin “El cura y los mandarines”, una obra polémica, sin duda, en ocasiones brutal, pero absolutamente imprescindible para entender algunas de las causas de la miseria moral, cultural e incluso social en que se encuentra actualmente España. “Nuestro patrimonio y nuestra pobre herencia cultural”, dijo el autor en la presentación.