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Big Bang

El mismo día en que la humanidad supo que en el polo Sur un telescopio había detectado los primeros instantes del Universo, Antonio Tejero celebró los 33 años del 23-F con una comida en el cuartel de la Guardia Civil de Valdemoro (Madrid). Es decir, que justo cuando el ser humano confirmaba la huella de la teoría de la inflación cósmica, que completa el conocimiento del Big Bang, el ex teniente coronel golpista se zampaba una paella con su hijo y unos colegas en unas instalaciones militares.

Big Band

El homenaje al asalto al Congreso de los Diputados y la teoría que mejor explica los primeros momentos del cosmos se han convertido, gracias a la existencia de diferentes teorías y de los inevitables negacionistas de las mismas, en actos de fe. O crees o no crees. Big Bang informativos. Seguramente por eso la televisión ha prestado últimamente gran atención a estos fenómenos histórico-científicos, estrenando programas que ponen su granito de arena en la búsqueda de la verdad: el “Operación Palace” de Jordi Évole y la serie “Cosmos”, nueva versión de la creada en los 80 por Carl Sagan.

Los periodistas de investigación se han puesto en marcha. Y es que siguiendo los pasos de la hipótesis de los seis grados de separación, ambas noticias pudieran estar relacionadas. De la misma forma en que cualquier persona del planeta puede estar conectada a otra mediante una cadena de solo cinco intermediarios, ¿cualquier suceso está conectado con otro de la misma forma? El Big Bang y el 23-F, ¿de la mano?

Efectivamente, esa conexión existe. Y sobran varios de los enlaces reglamentarios…

1.- El telescopio de microondas BICEP2, que ha detectado los primeros instantes del Universo, se ha convertido en un instrumento fundamental para el estudio de la Galaxia.
2.- El teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero formó parte del plan golpista que tuvo lugar en 1978 bajo el nombre de Operación Galaxia.

Ahí lo tiene. Y es que parece que no ha pasado el tiempo entre uno y otro acontecimiento, noticias ambas de apertura en una prensa española que, mecachis, agoniza.

 

Un motivo para NO ver la televisión

1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial.
Autor: David Stevenson.
Editorial: Debate.

1914

Los campos del honor.
Autor: Jean Rouaud.
Editorial: Anagrama.

Los campos

Con motivo del aniversario de la Primera Guerra Mundial, que estalló en agosto de 1914, duró más de cuatro años y dejó ocho millones de muertos, un tercio de ellos civiles, se han editado y reeditado decenas de libros. De entre todas estas publicaciones destacaría dos, de carácter muy diferente.
“1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial”, del historiador David Stevenson, es una enciclopedia imprescindible en la que encontramos todo sobre el conflicto. Perfecto para entender la guerra, de forma completa y global, desde los preámbulos al desenlace. Es la historia mejor contada, con todos los datos necesarios a lo largo de 895 páginas que se leen con la facilidad y el entusiasmo con que se aborda una novela. Absolutamente imprescindible para entender tanto el periodo histórico como los detalles de la Gran Guerra intraeuropea. Fascinante.
En “Los campos del honor” el humanista y quiosquero parisino Jean Rouaud nos ofrece algo totalmente opuesto. Fue su primera novela, un éxito que mereció el premio Goncourt, y no incluye ni bombardeos sangrientos ni batallas desgarradoras. Los campos del honor están en el corazón de las personas, de aquellos que rodean al padre, al abuelo y la tía abuela del escritor, auténticos protagonistas de una narración emocionante que evita el lado bélico y se centra en la parte humana.
Dos libros que se complementan a la perfección, puesto que ofrecen tanto el lado puramente histórico de la Gran Guerra como una visión conmovedora y hasta tierna de algunos de los protagonistas.

Publicidad

Me despierta un señor con voz cantarina que asegura que “quince millones de euros buscan padre”. Me rasco las legañas y los testículos, por ese orden, orino y aún me ducho con su cantinela sonando todavía de fondo: “Es la lluvia de la ilusión de la ONCE”. Mientras me visto han cambiado el individuo y el discurso: “la red Renault le invita a probar su nueva tecnología…”. La emisora de radio arranca automáticamente cuando se lo pide el despertador que he programado a las siete y media de la mañana. Es decir, que lo primero que escucho al comenzar el día son ofertas de lotería y de coches. Tomo un zumo de naranja y un poco de fruta ojeando la tableta, esas noticias tempraneras que me inundan de banners, pre-rolls con superposición de anuncios y rich media. Cuando inmediatamente después llevo a mi hija al colegio, los grandes carteles de Decathlon y Media Markt que se levantan a los lados de la carretera se introducen en mi cerebro como las imágenes de un viejo zoótropo. Son consejos que se funden con los de la radio, que sigue sonando en el coche por unos altavoces acojonantes: “El Corte Inglés presenta ropa con tonos que proponen serenidad, el nuevo natural, con faldas a 20,99 y pantalones campana”. Nada más dejar a la niña en clase desayuno en un bar, con los periódicos de papel, ya sabe, cada vez más reflexión y menos última hora: “Máxima definición a un precio mínimo con El País: reproductor Blue-Ray + DVD Phillips + película Avatar por solo 39,99 euros”.

Y así todo el puñetero día…

el roto ok

Hasta que ya por la tarde, con el cerebro convertido en fosfatina, poco más que un catalogo de coches, de perfumes, de grandes almacenes, de preservativos, de comparadores de seguros, de empresas de telefonía, de comida basura y hasta de remedios para la disfunción eréctil y la hiperplasia benigna de próstata, trato de relajarme. Una buena película. En el cine, como debe ser, pantalla grande, buen sonido, cómodas butacas. “Philomena”, de Stephen Frears, una historia de niños robados a la irlandesa, que por algo es San Patricio.

La película no está mal. Es más, está bien. Pero incluye un catálogo publicitario subliminal, por decirlo suavemente, del que no me avisaron al comprar la entrada. Y por el que no me hicieron ningún descuento en el precio de la misma. El protagonista conduce un BMW, y lo cuenta. Duerme en la cadena de hoteles W Hotels, de la cual puedo admirar desde la puerta principal, con el nombre iluminado, hasta las excelentes habitaciones. Los viajes se realizan en British Airways, una compañía con excelentes butacas, y buenos servicios gratuitos, como copas de champaña en categoría preferente. ¿Y qué mejor en Irlanda que tomarse una Guinnes? Una de mis cervezas favoritas en manos del actor principal, que muestra a cámara la pinta en todo su esplendor, ese color negro azabache, esa espuma perfecta.

La publicidad se ha instalado en todos y cada uno de los aspectos de la vida, no es nada nuevo. Sí lo es, al menos para mí, que en el cine lo haya hecho de manera tan descarada: no es el cartón de leche que aparece en la cocina de la serie española cutre, esa que ves gratis (?) en una cadena de medio pelo. Es el BMW que te vende el protagonista de una película por la que has pagado siete euros en taquilla. ¿Dónde empieza y dónde acaba la publicidad? ¿El guión es publicidad? ¿Los actores son actores o publicistas? ¿Se debe pagar lo mismo por una película con publicidad insertada que por una limpia?

Y es que, como dijo en una ocasión el historiador británico Arnold J. Toynbee“no se me ocurre ninguna circunstancia en la que la publicidad no sea un mal”.

Un motivo para NO ver la televisión

Scott

Ha muerto Scott Asheton, batería de los legendarios Stooges. Siempre hay motivo para recuperar a esta gran banda nortemericana, liderada por el mejor Iggy Pop, allá por el comienzo de los setenta. Y para escuchar dos de sus discos, “Fun House” y “Raw Power”, sin duda parte de la historia del mejor rock and roll jamás grabado.

Camareras

La última ocurrencia de Francisco Marhuenda, director de La Razón, para vender cuatro periodicuchos más, es pasearse por las tertulias televisivas más sórdidas provocando al Gran Wyoming: “Es solo un busto parlante, un impresentable, no tiene ideas”, dijo en “El Cascabel” poniendo caritas. Si no fuera porque tiene rostro de angelote afeminado, los telespectadores pensarían que Marhuenda es uno de esos boxeadores sonados que, durante la ceremonia de pesaje que precede al combate, trata de sacar de sus casillas al rival ladrando sandeces y escupiendo bravuconadas: “Wyoming no es persona de grandes lecturas. Tiene una línea simplona. Si tú le entras en un debate sobre los Austrias, dirá: ‘¿Y eso de los Austrias qué es? ¡Ah! la capital de Viena'”.

Me temo que hace falta algo más de inteligencia, y de astucia y sutileza, para provocar a Wyoming: en un pedo del presentador hay más talento que todas las arengas del propagandista. Marhuenda es la sumisión, la entrega al poder, el anti periodismo. El hazmerreir de la profesión. Marhuenda es un pelele, un mayordomo al servicio del PP, y su presencia en tertulias de todos los pelajes, de 13TV a La Sexta, demuestra la calidad y el rigor de esos programas, de esas cadenas.

Como la camarera de un topless regentado por Mariano Rajoy, Marhuenda atiende las mesas a pecho descubierto, mostrando a los clientes sus vergüenzas sin ningún pudor: hay que ganarse la vida, que en esto del periodismo las cosas están muy duras, y si hay que provocar, pues coño, se provoca. Como se miente cuando hay que mentir. Luego uno se confiesa y solucionado.

Y es que mesero es la profesión habitual en un país de servicios. Seguramente por eso, igual que Marhuenda dobla el espinazo ante el Gobierno terrenal, Letizia Ortiz hace la bisagra ante la Administración espiritual. La princesa se ha convertido en, no se lo pierda, Camarera de Honor de la Imagen de Nuestra Señora de la Amargura, en Huesca.

¿La cumbre del gin tonic premium, con sus cubitos de hielo de agua bendita? Lo de Camarera de Honor de Nuestra Señora, digo. No, se trata de algo más mundano: fingir sumisión ante el poder eclesiástico para consolidarte en la autoridad terrenal.

Leti

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Un motivo para NO ver la televisión

Ladrilleros.

Autor: Selva Almada.

Editorial: Marculce.

ladrilleros

Un descubrimiento que llega desde Argentina, y que tiene el regusto de las viejas historias rurales. Algo de García Márquez, algo de Rulfo, algo de Miguel Delibes, no sé si me entiende, pero bajo el sofocante clima del Litoral. Sudor, provocado por el calor, los hornos y los viejos odios. Porrones de cerveza, trabajos de supervivencia, y amistades infantiles condenadas al fracaso por la enemistad de los padres de familia, dos energúmenos a la gresca.

Selva Almada, nacida en Entre Ríos en el 73, es talento en estado puro. Y esta brillante historia de enfrentamientos atávicos, que pasan de generación en generación, sitúa al lector contra las cuerdas, arrinconado por una narración vibrante, unos personajes majestuosos en sus miserias, y un clima claustrofóbico. Muy recomendable.

La burbuja de la televisión

Todos sospechábamos que el boom del ladrillo era en realidad una explosión económica descontrolada que dejaría grandes daños colaterales. Ahora sabemos que los números del fútbol no cuadran, y que en algún momento el negocio del balón saltará por los aires. ¿Y la burbuja de la televisión? Sí, ese enorme negocio audiovisual con dos cabezas: unas empresas privadas que se han enriquecido a lo largo de los últimos años, y unas empresas públicas que en el mismo periodo de tiempo se han arruinado.

tele

La burbuja de la tele. Un negocio para listos, no apto para pusilánimes o amigos del servicio público. Un negocio para la empresa privada, diseñado para beneficio de ese duopolio en que han convertido la televisión española: En 2013 Atresmedia (Antena 3, La Sexta, Onda Cero…) obtuvo un beneficio neto de 46,1 millones de euros, lo que supuso un incremento del 44,4% respecto al año anterior. Por su parte Mediaset (Telecinco, Cuatro, Canal +… ) consiguió en 2013 un resultado de explotación de 70 millones de euros, un 46% más que en 2012.

La tele pública, vaya por dios, corre peor suerte. No acaba de cumplir con el servicio público que se le supone, calidad y más calidad, y trata de competir con las privadas en audiencia y chabacanería. Tampoco es ejemplo de imparcialidad informativa y, además, está llena de sombras y agujeros económicos. Las cadenas autonómicas están al servicio del poder local. Y los ejemplos de mala gestión son constantes. El cierre hace cuatro meses de Canal 9, la radiotelevisión pública valenciana, ya le ha costado a la Generalitat 18 millones de euros: mientras se negocia la extinción definitiva de la cadena, el Gobierno autónomo está pagando la nomina de los empleados (4,5 millones de euros al mes), alquiler de equipos y demás gastos fijos. Una ruina. Para los valencianos, claro.

Por otro lado, ahora sabemos que el tribunal de cuentas investiga anomalías en algunos gastos importantes de RTVE durante la etapa presidida por Alberto Oliart (2010-2011). Minucias: Contratos injustificados a productoras privadas, pagos indebidos a directivos, indemnizaciones abusivas, gastos de difícil justificación en algunas corresponsalías…

¡Qué listos son los empresarios privados, que se forran con las cadenas concedidas por el Estado, y qué zoquetes los directivos públicos, empeñados en arruinar a los ciudadanos con televisiones ruinosas además de mediocres! Aunque no siempre es así. La puerta giratoria televisiva está perfectamente engrasada, y por ella los directivos van y vienen a toda velocidad. Pueden hacerse con un gran curriculo en la pública, por ejemplo, y luego ganar dinero de verdad en las productoras privadas a las que en su etapa anterior encargaron programas. Es solo un ejemplo: los tentáculos del dinero televisivo son incontables e insondables. Algún día la burbuja esplotará.

 

P.D.1

Mientras el ministro Montoro habla de la salida de la crisis, con una gran sonrisa en los labios, la sociedad se desmorona: La música en directo en España sufre un desplome del 28% a causa del IVA. En 2013 se destruyeron 1.200 empleos directos y cerraron unas 300 empresas.

Y no solo eso: Seis de cada diez pensionistas ayudan a sus familiares económicamente. Una ayuda que resulta imprescindible para vivir con dignidad en siete de cada diez casos.

Montoro, mientras, “participa del clima de mejora”.

 

P.D.2

Un espectador pide a Toñi Moreno que done una parte de los 1.400 euros que gana por programa. En TVE.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Nick Waterhouse.

Cd: Holly.

holly ok

Portada del último número de la revista Ruta 66, último reducto para el rock and roll en los quioscos ibéricos, Nick Waterhouse es una de esas agradables sorpresas que de cuando en cuando nos depara la música norteamericana. Californiano del 86, este joven talento del ritmo y el blues ha publicado un segundo disco que está revolucionando el género: fresco, elegante pero musculoso, con toques soul y una grabación de corte clásico, es un trabajo soleado y vitalista. Un sonido de otra época para un disco atemporal.