TV = Odio y violencia

“Es razonable concluir que una constante dosis de violencia televisiva produce efectos nocivos en la personalidad humana y en sus actitudes; la violencia televisiva fomenta formas agresivas de conducta y alimenta ciertos valores ético-sociales favorables a la violencia en la vida cotidiana que son inaceptables dentro de una sociedad civilizada”. National Commission, 1969.

Dice Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, que las telenovelas “incitan a la violencia y al odio en la sociedad”. Yo no solo estoy de acuerdo, sino que iría más lejos: la televisión en general incita a la violencia y al odio en la sociedad. Es más, la televisión es violencia y odio en estado puro. Y si no me cree ahí tiene el final de la serie de moda, “Tierra de lobos” (Telecinco): una explosión y la muerte violenta del protagonista. O a Pablo Motos, un presentador estrella, una leyenda audiovisual, luciendo en la frente un chichón del tamaño de un melón de Villaconejos fruto de la violencia que tiene que generar en su programa para alcanzar el ansiado éxito.

Las películas del duopolio formado por Antena 3/La Sexta y Telecinco/Cuatro cuando no son de chinos o de Chuck Norris son de guerra o de narcotraficantes, o de catástrofes, plagas y demás desastres naturales. Odio, violencia. Las corridas de toros de las autonómicas, pura violencia, como esos westerns de serie B con indios que arrancan cabelleras y vaqueros que quieren vengar a sus hermanos muertos en una pelea. Los informativos, hasta arriba de asesinatos brutales, atropellos en una autovía de Michigan, accidentes de los más diversos medios de locomoción… Violencia. ¿Y qué me dice de los magacines y otros programas a medio camino entre la información y el entretenimiento? Que si la niña asesinada en Galicia, que si Rodríguez Menéndez regresa a España, que si un bombero le pega un cabezazo a un antidisturbios… Violencia. Por no hablar de los programas del corazón, cotilleos y maledicencias en estado puro, el germen del odio y la violencia. Y ahí tiene las tertulias políticas, dando altavoz a la crème del fascio periodístico ibérico. Violencia intelectual, odio social.

Incluso los programas de humor, fíjese bien lo que le digo, incitan al odio y la violencia. Si no me cree ahí tiene “El intermedio” (La Sexta), un buen programa capaz de sacar lo peor que tienes dentro y ponerte de muy mala hostia. Un día cualquiera arranca con Wyoming hablando de Ana Botella como representante de España en Davos, por ponerle un ejemplo. Después emite unas imágenes de vecinos de Gamonal apaleados. Y acaba con Dani Mateo contando como Cospedal justifica en diferido su relación con Bárcenas, el puto amo. Reconózcame usted que, tras ver “El Intermedio”, entran ganas de apagar la tele y salir a quemar contenedores.

Maduro pide que se revisen los contenidos de las telenovelas. Yo, que se revisen todos los contenidos. Es más, que se revise con especial minuciosidad el contenido de los despachos de las cadenas que forman el duopolio en que se ha convertido la televisión en España. Despachos repletos de ejecutivos responsables de una televisión de mierda, que solo buscan obtener audiencia-publicidad-influencia. ¿La televisión como instrumento de entretenimiento de calidad? Pagando. En abierto, la televisión solo ofrece entretenimiento chusco, información manipulada, odio y violencia. A no ser que confundamos aborregamiento con entretenimiento. En ese caso la tele tiene mucho que ofrecer, puesto que adormece, insensibiliza, adocena, entumece, acalla, trivializa, idiotiza…

Superemos el odio, sobrepongamonos a la violencia. ¿Cómo? Prendamos fuego a la televisión y lancémosla por la ventana.

Un motivo para NO ver la televisión

Townes Van Zandt.

Cd: High, Low and in Between.

Hace años alguien lanzó una pregunta increible: ¿Era Townes Van Zandt mejor que Bob Dylan? Para ayudarle a encontrar una respuesta me gustaría recomendarle un clásico absoluto de la música norteamericana. “High, Low and in Between” es el título del sexto disco del tejano Townes Van Zandt, editado en 1972. Pero merece la pena buscar el CD que editó en 1996 EMI Records en su colección Acoustic Highway. Y merece la pena porque además del disco ya citado incluye, a modo de sorprendente regalo, el anterior álbum del cantante y compositor de Forth Worth, titulado “The Late, Great, Townes Van Zandt”. Son las dos grabaciones que realizó en el 72, para mí los mejores discos de una leyenda absoluta, el padre musical y espiritual de forajidos como Steve Earle o Lucinda Williams.

Juntos, “High, Low and in Between” y “The Late, Great, Townes Van Zandt”, veintidós canciones, setenta minutos de folk estadounidense absolutamente brillante. Música concebida para contar historias de perdedores y bebedores, de Faulkner y de Tom Sawyer, de obreros y de inmigrantes, de Pancho y de Lefty. Una biblia para cantautores y cuenta historias.